A los más listos

Para el que tenga una hacker al lado que se prepare para saber que por mucho que me diga, de hecho del Jussà es de donde vengo, nà más.
Viene esto a cuento de la Literatura, esa cosa o arte que es la de poner una letra al lado de la otra hasta realizar El Quijote.
Como que no somos mancos ninguno por la suerte de Dios, ese chaval que sabemos tiene conseguida la estancia mayor que una profesional del bricolage, pueda permitirse. Porque pobres somos y pobres seguimos, pero con gracia.
Todo este chiste nadie lo entiende, pero que más da!
¡O sí!
Ahora al grano, ¡otro chiste!
Había una vez un cubano, rumano, gitano que saliendo del puerto de Palos, la emprendió con las olas, unas más grandes y otras más chicas, hasta llegar a un lugar en donde las gentes vestían con plumas, bueno, eso los ricos, los pobres iban como van siempre porque se dejan, es decir, en pelotas, (lease, como Dios los trajo al mundo Facundo).
Este cubano, rumano, gitano, peleó, como los que le siguieron, no por las plumas, si no por los pesados collares que colgaban de los ricos nativos. Los grumetes, por eso solo buscaban con ahinco a las lugareñas, y con bastante ahinco.
Ganaron los grumetes y las nativas, aunque los capitanes de fragata, como carabelas se quedaron con los lingotes.
De ahí viene el afán por trasladarse al otro lado del charco, ya como grumete, ya como nativa, lavandera, como lo que sea.
Dicho así todo el mundo, salvo El Quijote pues los anales confirman su permanencia en Los Molinos de Viento, casi cualquiera saltó el charco, pero no El Quijote. O eso creo.
Pienso y diserto ante toda cualquier opinión que pueda esclarecer el galimatías.
Aquí está Matías.
Matías: Pues que vengo del pueblo, allá, más allá, de La Vall de Flors, en donde encontré junto con las huellas de dinosarios,  la chancleta de Cristo la de la playa con su maleta y... ¿vamos a la playa?.
¿a dónde vas marinero?, gritaba la pardusca posadera entre hollín y el polvo de la escoba.
¡Bruja, ¡A donde vas, he dicho, contesta, pardiez!, esta vez el Matías a la posadera.
Ete aquí, que la atolondrada mujer, llamada la Descontrolà, con delantal y la sartén, refunfuña: ¡Que la cena se sirve a los 9 pm, no más, Matías, y que Dios nos acompañe!.
Matias sentencia: Pues si además llega Dios, no sé las habichuelas como las repartiremos, bien, pà la Descontrolà 10 habichuelas, pa mi, otras diez y pà Dios una, pues Él las sabe multiplicar.
Dios no bajó a cenar esta vez, pero cuentan los duendes que como bueno Matías y como buena la Descontrolà, cada día hay habichuelas, ¿serà Dios quien las de, quien serà?

Llegados a este punto, por lo que sé, no sé si Dios, pero invito a disertar, creo más bien que vienen del colmado, pagàs y bien pagàs.
A lo dicho, que tiene que llegar el día de saltar el charco, ¡hasta El Quijote va a llegar!, si no al tiempo.